Vía Crucis del Viernes Santo 10 de abril de 2020

El Vía Crucis es una devoción centrada en los Misterios dolorosos de Cristo, que se meditan y contemplan caminando y deteniéndose en las estaciones que, representan los episodios más notables de la Pasión.

La difusión del ejercicio del Vía crucis ha estado muy vinculada a la Orden franciscana. Pero no fue San Francisco quien lo instituyó tal como lo conocemos, si bien, San Francisco de Asís fue quien acentuó y desarrolló la devoción a la humanidad de Cristo. En todo caso, fue la Orden francisana la que, fiel al espíritu de su fundador, propagó esta devoción.

Es importante recordar que la Hermandad de la Expiración y Esperanza se fundó en una parroquia franciscana (nuestra actual sede canónica perteneció al Convento de los franciscanos de Linares, hasta la desamortización de Mendizábal de 1836) y, en nuestro antiguo trono del Stmo. Cristo, los cuatro escudos recogen simbología franciscana, como los dos brazos humanos cruzados sobre la Cruz, o la Cruz de tres brazos.

El Vía crucis consta de 14 estaciones, cada una de las cuales se fija en un paso o episodio de la Pasión del Señor, desarrolladas en el trayecto real que existe en Jerusalén, entre el Pretorio romano de Pilatos y el Monte Calvario o Gólgota, en las afueras del antiguo Jerusalén.

A veces se añade una decimoquinta, dedicada a la Resurrección de Cristo.

Las estaciones tienen un núcleo central, expresado en un pasaje del Evangelio o tomado de la devota tradición cristiana, que propone a la meditación de cada uno de los momentos importantes de la Pasión de Jesús. Después se reza un Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

En nuestro caso, por sencillez , realizaremos SOLO el Padre Nuestro.

 

 

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Vía Crucis al Stmo. Cristo de la Expiración.

Escudo de la Expiración

Oración (opcional):

Señor Jesucristo, colma nuestros corazones con la luz de tu Espíritu Santo, para que, siguiéndote en tu último camino, sepamos cuál es el precio de nuestra redención y seamos dignos de participar en los frutos de tu pasión, muerte y resurrección. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. [Juan Pablo II].

 

Primera estación: Jesús es condenado a muerte.

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Pilato les preguntó: «¿y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?» Contestaron todos: «¡que lo crucifiquen!» Pilato insistió :«pues ¿qué mal ha hecho?» Pero ellos gritaban más fuerte: «¡que lo crucifiquen!» Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. (Mateo 27, 22-23.26).

Pidamos por todas las personas que sufren, por todo Linares y el mundo.
Se reza un Padre Nuestro.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

 

Segunda estación: Jesús con la cruz a cuestas.

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y trenzando una corona de espinas se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo: «¡Salve, Rey de los judíos!». Luego lo escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella en la cabeza. Y terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar. (Mateo 27, 27-31).

Recemos por todas las autoridades y por todos los que trabajan cada día, para que la vida continúe a pesar de esta epidemia.
Se reza un Padre Nuestro.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

 

Tercera estación: Jesús cae por primera vez.

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable vino sobre él, sus cicatrices nos curaron.

Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino, y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. (Isaías 53, 4-6).

Pidamos por los que se desesperan y agobian, para que se levanten con Esperanza.
Se reza un Padre Nuestro.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

 

Cuarta estación: Jesús encuentra a su Madre.

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma». Su madre conservaba todo esto en su corazón. (Lucas 2, 34-35.51).

Recemos a la Madre de la Esperanza para que interceda ante Dios, por nosotros.
Se reza un Padre Nuestro.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

 

Quinta estación: El Cireneo ayuda a Jesús a llevar la cruz.

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz. Jesús había dicho a sus discípulos: «El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga». (Mateo 27, 32; 16, 24).

Pidamos por todos los sanitarios que ayudan a llevar la cruz de la enfermedad
Se reza un Padre Nuestro.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

 

Sexta estación: La Verónica enjuga el rostro de Jesús.

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

No tenía figura ni belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado por los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros; despreciado y desestimado. (Isaías 53, 2-3).

Recemos por todos y todas los que ayudan y se entregan en solidaridad.
Se reza un Padre Nuestro.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

 

Séptima estación: Jesús cae por segunda vez.

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Yo soy el hombre que ha visto la miseria bajo el látigo de su furor. El me ha llevado y me ha hecho caminar en tinieblas y sin luz. Ha cercado mis caminos con piedras sillares, ha torcido mis senderos. Ha quebrado mis dientes con guijarro, me ha revolcado en la ceniza. (Lamentaciones 3, 1-2.9.16).

Recemos por la familias, los ancianos, y todos los seres queridos que nunca pierdan la Esperanza.
Se reza un Padre Nuestro.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

 

Octava estación: Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén.

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán: «dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado». Entonces empezarán a decirles a los montes: «Desplomaos sobre nosotros»; y a las colinas: «Sepultadnos»; porque si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco? (Lucas 23, 28-31).

Por todos los que rezan unidos en la fe en Cristo y María.
Se reza un Padre Nuestro.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

 

Novena estación: Jesús cae por tercera vez.

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Una vez llegado al Calvario, en la cercanía inmediata del punto en que iba a ser crucificado, Jesús cayó por tercera vez, exhausto y sin arrestos ya para levantarse. Las condiciones en que venía y la continua subida lo habían dejado sin aliento.

Por los que sufren los daños de esta enfermedad, o se han quedado sin trabajo o sin futuro.
Se reza un Padre Nuestro.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

 

Décima estación: Jesús es despojado de las vestiduras.

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir «La Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes y luego se sentaron a custodiarlo. (Mateo 27, 33 -36).

Por los investigadores que luchan por conseguir una remedio que nos cure.
Se reza un Padre Nuestro.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

 

Undécima estación: Jesús es clavado en la cruz.

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Encima de la cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Este es Jesús, el Rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban, lo injuriaban y decían meneando la cabeza: «Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz». Los sumos sacerdotes con los letrados y los senadores se burlaban también diciendo: «A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¿No es el Rey de Israel? Que baje ahora de la cruz y le creeremos». (Mateo 7, 37-42).

Por los enfermos, los ancianos en riesgo, los pobres y los olvidados.
Se reza un Padre Nuestro.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

 

Duodécima estación: Jesús muere en la cruz.

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Desde el mediodía hasta la media tarde vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde Jesús gritó: «Elí, Elí lamá sabaktaní», es decir: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
Al oírlo algunos de los que estaban por allí dijeron: «A Elías llama éste». Uno de ellos fue corriendo; enseguida cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber. Los demás decían: «Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo». Jesús, dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu.

Por todos los fallecidos a causa de la epidemia.
Se reza un Padre Nuestro.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

 

Decimotercera estación: Jesús es bajado de la cruz y entregado a su Madre.

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba dijeron aterrorizados: «Realmente éste era Hijo de Dios». Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderle. (Mateo 27, 54-55).

Por todos los familiares que han perdido a seres queridos
Se reza un Padre Nuestro.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

 

Decimocuarta estación: Jesús es puesto en el sepulcro.

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

José de Arimatea, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María Magdalena y la otra María se quedaron allí sentadas enfrente del sepulcro. (Mateo 27, 59-61).

Por todos y todas que rezamos unidos para que aprendamos a convivir en unión fraternal siempre.
Se reza un Padre Nuestro.

Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí.

 

Oración final.

Cristo de la Expiración, HOY, nos has concedido acompañarte, con María, en los misterios de tu pasión y muerte, en este Viernes Santo 2020 tan distinto y doloroso, por todo lo que acontece  debido a la epidemia.

Pero somos hijos fieles y no queremos dejarte, ni en la Cruz,… por esto sea nuestra oración y este trabajo telemático de la Hermandad, nuestra entrega sincera en este día, nuestra ofrenda de cariño y nuestra simbólica manifestación pública de fe a Vos, nuestro Señor.

Concédenos caminar contigo en el nuevo día de la Resurrección, y te rogamos que nos libres de esta epidemia, y LLENA, de nuevo, de vida y ESPERANZA plena todos los días.

Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.