A los trompeteros, de un hombre de trono (2001)

Publicado en la hoja informativa de agosto de 2001.

El sol deja caer sus rayos sobre la Plaza de San Francisco y sólo se oye el encantador murmullo de las tres bandas que acompañan la procesión de las tres de la tarde. Nuestros trompeteros hacen penitencia ordenados delante de cada uno nuestros sagrados titulares y, al unísono, sus pulmones extraen de los metales un rugido antiguo y fúnebre que al principio permanece de fondo pero que se intensifica conforme se nos van acercando y se va transformando en una música que los hermanos de la Cofradía llevamos grabada incluso antes de nacer. Forman parte del sonido de Linares, forman parte de la Semana Santa.

Las ventanas y balcones se abren como por encanto a medida que nuestra procesión transcurre por las viejas calles de Linares, y es entonces cuando nuestros trompeteros toman la labor de pregonar que algo trágico está ocurriendo. Jesús ha caminado por la ciudad, ha rezado, ha sufrido, le han atado las manos y ahora está muriendo. Muchos de estos momentos tienen en Linares su peculiar música compuesta ancestralmente por los trompeteros. Es nuestro sonido.

No hay cargo cofrade en nuestra Semana Santa que imprima en los espectadores un sentimiento de semanasantero y linarense como el de trompetero. Elevar este rugido hacia el cielo debe de ser como iniciar un viaje en el tiempo que nos une con los antepasados y debe de hacer vivir los mismos sentimientos e ilusiones que les movieron a abrir paso con el sonido estremecedor de las trompetas a la gran manifestación de cultura y fe que es hoy nuestra Semana Santa.

 

Una atmóstera única durante algunos momentos del recorrido.

Cuánta gente antes de los actuales ha llevado la carga pesada de las trompetas y a trasmitido ese buen hacer de uno a otro sin ser consciente de la importancia para la cultura de una ciudad del manteminiento de las tradiciones. Aunque desaparezca aquella gente su obra permanece entre nosotros, en la sabiduría y en los consejos que han transmitido.

Las pequeñas anécdotas y vivencias, tanto como los acontecimientos escritos en las actas de los cabildos, conforman la historia de la Semana Santa. Un olor, un escalofrío, un sonido, pueden decirnos mucho más que cientos de legajos polvorientos e indescifrables; hay que escuchar a los maestros, porque sin saberlo estamos escribiendo la historia.

Son los trompeteros quienes crean una atmósfera especial durante algunos momentos de nuestro recorrido procesional. Son, por ejemplo, los que consiguen anular todos nuestros sentidos y nuestra percepción durante la salida de la Esperanza y los hombres de trono no nos demos cuenta del tiempo que ha transcurrido durante el trayecto de dentro a fuera de la cochera. Ellos son protagonistas allá por dónde se paran y por unos momentos se convierten por sí solos en Semana Santa.

Una trompeta de metal frío, sin vida, pesada, tan simple … ¿Sólo eso? Sólo. Sin embargo, con un suspiro de amor, cuántos brillos, cuántos tonos tan distintos. Ese monótono suspiro metálico nos ofrece una imagen de nosotros mismos; su ritmo, como el de nuestra vida, es tan repetitivo y a la vez tan irrepetible… Es un ritmo que no cesa, que avanza ineludible y que marca el paso de Jesús y María. En la tarde del Viernes Santo, con Esperanza por la resurrección, todos somos trompeteros y hacemos sonar nuestras trompetas más y mejor que nunca. Son de Linares.

 

Miguel Angel García Moreno.

Horquillero de Ntra. Sra. de la Esperanza.

 

1953 trompeteros tocando ante el trono de palio.
Viernes Santo de 1953. Los trompeteros ante el trono de Ntra. Sra. de la Esperanza.